josé manuel nieves / madrid Tomado de abc.es El proceso sería similar al que congeló buena parte del mundo durante el siglo XVII y principios del XVIII
El Sol, en una imagen del Solar Dynamics Observatory, de la NASA el pasado 15 de Julio
La
noticia ha causado impacto entre climatólogos de todo el mundo. Y no es
para menos. Un grupo internacional de investigadores, liderado por V.
Zharkova, de la Univesidad de Northumbria, acaba de revelar, durante el
Encuentro Nacional de Astronomía en Llandudno, en Gales, que estamos a
punto de experimentar una nueva «Pequeña Edad de Hielo» similar a la que
congeló una buena parte del mundo durante el siglo XVII y principios
del XVIII. Será entre 2030 y 2040.
Como
es sabido, el campo magnético del Sol varía a lo largo del tiempo. Y
estas variaciones magnéticas en la ardiente atmósfera solar tienen una
influencia directa en la radiación electromagnética que emite el astro
rey, así como en la intensidad de sus flujos de plasma y en el número de
manchas en su superficie. La variación en la cantidad de manchas
solares tiene una estructura cíclica, con máximos que se producen cada
once años y que tienen efectos concretos sobre el medioambiente de la
Tierra. Esos efectos pueden medirse observando la presencia de ciertos
isótopos (como el carbono 14 o el berilio 10) en glaciares o en los
árboles.
Pero
existen numerosos ciclos diferentes que se repiten una y otra vez, con
diferentes periodos y propiedades, aunque los mejor conocidos son los de
once y noventa años. El primero se manifiesta con una reducción
periódica de manchas sobre la superficie solar. Y su variante de 90 años
se asocia con la reducción periódica en el número de manchas en
determinados ciclos de once años.
En
el siglo XVII se produjo un prolongado periodo de calma, llamado «el
Mínimo de Maunder», que se extendió desde 1645 a 1700 y durante el cual
las manchas solares prácticamente desaparecieron por completo. Durante
este periodo, en efecto, apenas se contabilizaron unas 50 manchas
solares en lugar de las cerca de 50.000 habituales. El análisis de la
radiación solar, además, ha demostrado que sus máximos y mínimos
coinciden casi siempre con los máximos y mínimos en cuanto al número de
manchas.
Ahora,
en un amplio estudio publicado en tres artículos diferentes, los
investigadores han analizado el campo magnético de fondo de todo el
disco solar durante tres ciclos completos de actividad (del 21 al 23),
aplicando el denominado «análisis de componentes principales», que
permite reducir la dimensión de los datos y el ruido estadístico para
identificar solo las ondas que contribuyen en mayor medida a los datos
de observación. El método podría compararse a la descomposición de la
luz blanca por medio de un prisma, para detectar por separado las
frecuencias de los diversos colores del espectro luminoso.
Como
resultado, los investigadores lograron desarrollar un nuevo método de
análisis, que les ayudó a descubrir que las ondas magnéticas se generan
en el Sol por pares, y que el par principal basta para dar cuenta del
40% de la variación de los datos. Por lo tanto, se puede considerar al
par principal de ondas como responsable de las variaciones del campo
dipolar del Sol, que cambia su polaridad de polo a polo en cada ciclo de
actividad de once años.
Utilizando
su nuevo método de análisis, los científicos describieron la evolución
de estas dos ondas y calcularon la curva de variación de las manchas
solares (principal indicador de la actividad solar). Lo primero que
hicieron fue predecir la actividad magnética del sol en el ciclo 24 (en
el que estamos actualmente, desde 2008), y sus datos coincidieron en un
97% con las observaciones directas.
Animados
por este éxito, los autores de la investigación decidieron extender la
predicción a los dos ciclos siguientes (el 25 y el 26) y descubrieron
que el par principal de ondas provocará en ese periodo un número de
manchas muy escaso. Lo que llevará a una fuerte disminución de la
actividad solarhacia 2030 ó 2040, comparable a las condiciones que
existieron durante el Mínimo de Maunder en el siglo XVII.
Esta
reducción de la actividad implica una disminución de la radiación solar
de 3W por metro cuadrado, más del doble de lo habitual, lo que llevará a
un recrudecimiento invernal extremoy a veranos muy fríos. «Muchos
estudios han mostrado que el Mínimo de Maunder coincidió con la fase más
fría del enfriamiento global (en el siglo XVII), hasta el punto de que
se la conoce como 'Pequeña Edad de Hielo' –afirma Helen Popova, física
de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú–. Durante ese periodo se
sufrieron inviernos muy fríos en Europa y Norte América. Durante el
Mínimo de Maunder el agua de ríos como el Támesis o el Danubio se
congeló, el Moscova se cubría de hielo cada seis meses, la nieve cubría
las llanuras todo el año y Groenlandia estaba cubierta de glaciares».
Helen Popova es la investigadora que desarrolló el modelo matemático que
ha permitido predecir la evolución de la actividad magnética del Sol. Una atmósfera terrestre más fría
Si
se produce en la actividad solar una reducción similar a la registrada
durante el Mínimo de Maunder, también la atmósfera terrestre se
enfriará. Según Popova, si las actuales teorías sobre el impacto de la
actividad solar en el clima terrestre son ciertas, entonces el próximo
mínimo de 2030 traerá un enfriamiento significativo, muy similar al
ocurrido durante el siglo XVII.
Sin
embargo, solo durante los próximos entre 5 y 15 años será posible tener
una certeza absoluta sobre lo acertado de estas predicciones.
«Dado
que nuestro futuro mínimo tendrá una duración de al menos tres ciclos
solares, que es de unos 30 años, es posible que la disminución de la
temperatura no sea tan drástica como durante el Mínimo de Maunder
–explica Helen Popova–. Pero debemos examinar los datos con detalle.
Estamos en estrecho contacto con climatólogos de varios países y
seguiremos trabajando en ello».
La
idea de que la actividad solar afecta al clima en la Tierra apareció
hace ya mucho tiempo. Se sabe, por ejemplo, que basta una ligera
variación de un 1% en la actividad solar para causar cambios medibles en
la distribución de temperaturas y del flujo de aire en todo el planeta.
Los rayos ultravioleta tienen efectos fotoquímicos, que llevan a la
formación de ozono en la atmósfera, a una altura de 30 ó 40 km. Y el
flujo de rayos ultravioleta aumenta considerablemente cuando se produce
una llamarada solar. El ozono, que absorbe los rayos del sol lo
suficientemente bien, se calienta como consecuencia de este aumento de
radiación y afecta a las corrientes de aire en las capas bajas de la
atmósfera y, en consecuencia, al clima.
También
la emisión de partículas cargadas aumenta con la actividad solar. Y
esas partículas alcanzan la Tierra y se mueven en complejas
trayectorias, causando auroras, tormentas geomagnéticas y problemas en
las comunicaciones por radio. 79 Comentarios
El enigma de la Pequeña Edad de Hielo de la Tierra Los icebergs llegaron hasta el Caribe La baja actividad solar podría ocasionar en 2030 una «mini edad del hielo»