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M.P.V.@abc_es / MADRID
Tomado de abc.es
Los aliados trataron de intoxicar las zanahorias del «Führer» con esta sustancia para lograr que su carácter se «dulcificase». La idea era que Hitler se pareciese a su hermana, mucho más cordial
Dicen las malas lenguas que
Adolf Hitler sufrió más de un centenar de intentos de asesinato y otros
tantos de envenenamiento. La lógica nos permite aceptar esta idea, pues
los aliados consideraban que, si acababan con la cabeza visible del
nazismo, lograrían poner punto y final a la Segunda Guerra Mundial. Es
por eso que, allá por 1944, vieron la luz multitud de planes absurdos
para lograr acabar (o al menos incapacitar) al «Führer». Entre ellos,
uno de los más absurdos consistía en intoxicar su comida con hormonas
femeninas para que su carácter se «dulcificase».
Así lo afirma, al menos, Brian
Ford –profesor de la Universidad de Cardiff- en su libro, «Secret
Weapons: Technology, Science and the Race to Win World War II»
(publicado en 2011). En él, hace referencia a su vez, y de forma
pormenorizada, a los diferentes y extraños inventos que los británicos
desarrollaron en el laboratorio privado de Churchill (muchos de ellos,
destinados a los espías del país). No fueron los únicos, pues también
destacaron otros como lanzar serpientes venenosas sobre las tropas nazis
en plena contienda o utilizar una gigantesca rueda de madera cargada de
explosivos (el «Panjandrum») para derribar las posiciones enemigas.
Convertirle en mujer
Tal y como afirmó Ford en
declaraciones recogidas por el diario «Daily Telegraph», los espías
británicos se plantearon en un principio intoxicar la comida de Hitler
con un veneno mortal. Sin embargo, sabían que el «Führer» contaba con
una legión de catadores que probaban siempre la comida antes que él. Por
ello, optaron por un plan más sutil, pero también mucho más absurdo:
introducir estrógenos en sus zanahorias para hacer que su carácter se
«dulcificase».
El objetivo, concretamente, es
que se pareciese más a su hermana Paula, quien trabajaba como secretaria
en Viena y sobrevivió a la guerra (a pesar de haber sido interrogada
por los servicios secretos al finalizar la contienda). El plan puede
parecer absurdo (y de hecho lo era) pero, según debieron considerar,
grandes problemas requieren grandes (y extraña) soluciones. Así pues, y
según Ford, se eligieron los estrógenos debido a que eran insípidos y
tenían un efecto lento y sutil, lo que haría que fuese pasado por alto
por los catadores.
«Su investigación había mostrado
la importancia de las hormonas sexuales, que estaban comenzando a ser
utilizadas como terapia en Londres. Habría sido perfectamente posible
que los agentes las hubieran introducido en su comida», determina el
profesor. Con todo, el plan nunca llegó a llevarse a cabo, al menos que
se sepa.