Por: Nicolás Gilardi ngilardi@infobae.com
A través de su diario, la joven
se volvió un ejemplo de la dignidad humana en medio del sufrimiento y la
muerte. Un repaso por su historia
“De todos los que a lo largo de
la historia han hablado de la dignidad humana en tiempos de gran
sufrimiento y pérdida, ninguno es más contundente que Ana Frank”. La
frase, que pertenece al ex presidente norteamericano John Fitzgerald
Kennedy, sintetiza a la perfección lo que significó la joven judía, cuya
vida se apagó los primeros días de marzo de 1945 en el campo de
concentración de Bergen Belsen, cuando todavía no había cumplido los 16
años.
Su nombre completo era Annelies
Marie Frank Hollander y su diario, publicado en forma de libro por su
padre, Otto Frank, dos años después del fin de la guerra, la hizo
mundialmente conocida, convirtiéndose en símbolo de vida, de la
vitalidad de un alma inocente, llena de esperanzas, en medio de un
presente negro y un futuro incierto.
Estatua de Ana Frank en la ciudad de Ámsterdam
Persecución y exilio
Ana nació el 12 de junio de 1929
en la ciudad alemana de Fráncfort del Meno, donde la familia Frank
vivía desde hacía varias generaciones. Su madre se llamaba Edith
Hollander y su hermana, tres años mayor, Margot. Otto Frank había
peleado como Teniente para el Ejército Alemán en la Primera Guerra
Mundial y paradójicamente el Tercer Reich lo persiguió -por ser judío- y
lo obligó a emigrar a Holanda y después a vivir clandestino, junto a su
familia, cuando los Países Bajos cayeron bajo la bota nazi y la
persecución racial se transformó en exterminio.
El exilio holandés de los Frank
se inició antes de la guerra. Lograron instalarse en Ámsterdam, donde
tuvieron un tiempo de tranquilidad. El matrimonio Frank montó una
empresa en Merwedeplein, mientras que Ana y Margot concurrían a la
escuela. Sin embargo, la creciente belicosidad de Adolf Hitler y sus
planes expansionistas no dejaban de preocupar a los Frank, que pensaron
en emigrar a los Estados Unidos o a Inglaterra. Pero esos proyectos no
prosperaron y siguieron viviendo en Holanda.
En mayo de 1940 la Wehrmacht
invadió los Países Bajos y el fantasma que había quedado atrás volvió a
asolar a la familia de Ana. Rápidamente el gobierno de ocupación
endureció las medidas antisemitas, Otto perdió su fábrica y las nenas
tuvieron que dejar la escuela por una exclusiva para judíos. Luego de
dos años duros, el 5 de julio de 1942 llegó un “ultimátum” que los
obligó a esconderse para evitar lo peor. Margot recibió una orden para
ser trasladada a un campo de trabajo. Sabiendo lo que eso significaba,
cuatro días después la familia se ocultó en el Achterhuis (anexo o casa
de atrás), según la propia Ana bautizó al lugar en su diario. El
escondite estaba oculto en la parte posterior de un viejo caserón,
lindero a lo que había sido el almacén de los Frank.
Poco después, se les unió otro
matrimonio, Hermann y Auguste van Pels, con su hijo Peter, y un amigo de
la familia, el dentista Fritz Pfeffer. Todos eran judíos y de origen
alemán. Hermann Pels había sido empleado de los Frank. Otros
trabajadores de Frank, Johannes Kleiman y Víctor Kugler, fueron los
encargados de suministrar alimentos, dar noticias del exterior y velar
por la seguridad de todos los escondidos.
La casa donde Ana y su familia permanecieron ocultos más de dos años, en Ámsterdam
Delación, caída y muerte
Cuando habían pasado más de dos años, alguien que los
historiadores aún no pudieron identificar avisó a los nazis sobre la
existencia del escondite. Así fue que el 4 de agosto de 1944 el oficial
de las SS Josef Silberbauer, junto a cuatro policías, irrumpió en el
Achterhuis. Los Frank no fueron las únicas víctimas de delación en la
Ámsterdam ocupada. Se calcula que otras 5 mil familias judías que se
habían logrado ocultar en la ciudad fueron denunciadas a la Gestapo.
A partir de ese día comenzó el
calvario. Los ocho fueron enviados a un campo de tránsito, Westerbork, y
de allí al trístemente célebre Auschwitz (Polonia), desde donde a su
vez fueron trasladados a diferentes lager del entramado
concentracionario nazi. En octubre, Ana y Margot Frank y Auguste van
Pels fueron seleccionadas para asignarles un nuevo destino: Bergen
Belsen, en Baja Sajonia. Pero Edith Frank no tuvo el visto bueno del
médico nazi y permaneció en Auschwitz, donde fue asesinada en las
cámaras de gas en enero de 1945.
Los trabajos forzados, las malas
condiciones de vida, la escasa comida y el hacinamiento hicieron mella
en Ana y Margot, quienes, pese a esto, sobrevivieron unos meses, hasta
que una epidemia de tifus, que hizo estragos en Bergen Belsen, terminó
con sus jóvenes vidas. Era marzo de 1945. Primero murió Margot, el día
9, y poco después Ana, aunque no hay precisiones sobre el día exacto de
su deceso. Por poco no pudieron ver la liberación del campo, a manos de
tropas británicas que avanzaban en pleno corazón de un Reich que se caía
a pedazos. Actualmente una lápida colocada en Bergen Belsen recuerda a
Ana y Margot. Las chicas fallecieron pensando que su padre también había
muerto, pero Otto logró sobrevivir a la guerra.
Lápida en Bergen Belsen que recuerda a Ana y a su hermana Margot
Shutterstock
El diario y su legado
Poco antes de ocultarse en el Achterhuis, el 12 de junio de
1942 Ana recibió un regalo de sus padres por su cumpleaños número 13.
Era un libro forrado, con cuadros rojos y negros y con una cerradura en
la parte delantera. Ana lo bautizó “Kitty” -por una compañera de la
escuela que se llamaba Kathe Zgyedie- y lo empezó a utilizar como diario
íntimo. A “Kitty” le describió las peripecias que vivió junto a su
familia durante los más de dos años que estuvieron escondidos en el
viejo edificio de Prinsengracht, hasta que cayeron en manos de los
nazis.
En el diario, que resultó de
gran apoyo para Ana, escribió cuentos cortos y citó a conocidos
escritores en un apartado que llamó “libro de frases bonitas”. A través
de sus palabras, puede notarse su miedo a vivir escondida, sus
sentimientos hacia Peter, su vocación de escritora y algunos conflictos
con sus padres.
Parte del diario original, exhibido en Holanda
Miep Gies y Bep Voskuijl, otras
dos personas que habían ayudado a los Frank durante su ocultamiento,
rescataron el diario tras la deportación y se lo devolvieron a Otto, el
único de los ocho que escapó con vida del horror nazi. El padre de Ana
se sorprendió al leer lo que había escrito su hija, que entre otras
cosas, dio cuenta de que su sueño era ser escritora o periodista. Así
fue que el 25 de junio de 1947 Otto decidió editarlo bajo el título “La
casa de atrás”, con una tirada de 3 mil ejemplares. Más tarde, y ya
rebautizado “El Diario de Ana Frank”, el libro fue un éxito mundial y se
tradujo a 50 idiomas. Se filmaron ocho películas y varios documentales.
Incluso, actualmente está en rodaje el primer film realizado por una
productora alemana.
Parte de los escritos originales
son exhibidos en la Casa de Ana Frank, en Ámsterdam, y otro tanto están
bajo custodia del Archivo Documental de la Guerra, en la misma ciudad.
En 1957 Otto creo la Fundación
Ana Frank y tres años más tarde la Casa de Ana Frank abrió sus puertas
como museo para los visitantes de todo el mundo. Cada año pasan por allí
medio millón de personas para conocer la historia de la joven que se
convirtió en un símbolo de la lucha del espíritu humano contra la
barbarie. Su legado fue una obra impresionante, un canto a la
sensibilidad y la vida, testimonio de una joven de apenas 15 años en
medio de un mundo devastado por la guerra y la persecución racial.
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