La deuda en la psique de los alemanes
Simon Jack y Krissy Clark BBC
Alemania es la cuarta economía
más grande del mundo, el corazón de la eurozona y el guardián de la
disciplina financiera. Teniendo eso en cuenta, cuando se trata de dinero
-y particularmente deuda-, ¿qué motiva a los alemanes?
La elección de un gobierno de
izquierda en Grecia bajo la promesa de reducir la montaña de deudas del
país ha provocado un punto muerto con la potencia económica de Europa. Y
ha puesto en el centro del escenario la actitud ultraconservadora
alemana.
Fratzscher le explicó a la BBC cuán profundas son las raíces de la aversión alemana a la deuda.
La
extrema aversión a la deuda que tienen los alemanes tiene raíces
profundas en el idioma mismo, apunta Marcel Fratzscher, director del
Instituto de Investigación Económica de Alemania.
“La palabra en alemán para
‘deuda’ -‘schuld’- es la misma que para ‘culpa'”, explica. “Si uno se
endeuda, ha hecho algo malo, y eso describe muy bien la actitud de los
alemanes”.
El estilo alemán es “ahorre
ahora, tenga después” más que “tenga ahora, pague después”, y eso es
cierto incluso para las nuevas generaciones.
En las calles de Berlín, jóvenes
alemanes le contaron a la BBC qué harían si se ganaran un millón de
euros. ¿Comprar un auto nuevo o ropa… quizás irse de vacaciones? “Lo
ahorraría para cuando lo necesite”, fue la respuesta típica.
El hábito de ahorrar dinero es clave para entender otra característica de los alemanes: el miedo a la inflación.
Que no se salga de las manos
El sentido común dice que esto
se debe a las cicatrices que quedaron por la hiperinflación de los años
20, cuando el tipo de cambio se descontroló: un dólar pasó de valer
cuatro marcos a cuatro billones.
La hiperinflación fue tan bárbara que los billetes servían más para hacer una cometa que para comprarla.
Puede que queden algunos ecos de ese período. No obstante, eso ocurrió hace casi 90 años, y los alemanes ya lo dejaron atrás.
La razón real es el amor de los alemanes por el ahorro.
La inflación es enemiga de los ahorradores.
Por ello, para una nación llena
de ellos, la idea de bajar las tasas de interés e imprimir dinero
presenta una amenaza doble: reduce la tasa de interés que recibes por
tus ahorros y cualquier inflación futura implica que esos mismos ahorros
permiten comprar menos.
Las buenas noticias para
Alemania es que la inflación no ha llegado y, aunque las tasas de
interés son bajas, la debilidad relativa del euro ha mantenido los
precios de las exportaciones -como carros y maquinaria- competitivos.
Y que quede en familia
Efectivamente, el éxito en educación, ingeniería y exportación es fuente de orgullo considerable en Alemania.
Los economistas le acreditan al
milagro económico de la posguerra -o “Wirtschaftswunder”- el haber
establecido unos principios cruciales e imbricados.
Estos son evidentes en la fábrica de motores electrónicos de la familia Menzel en Berlín.
La fábrica de Menzel es lo que se conoce como Mittelstand. Dos
tercios de la fuerza laboral de Alemania está empleada en este tipo de
empresas pequeñas o medianas que son propiedad de una familia.
Mathis Menzel, empezó a trabajar ahí cuando era niño. Ahora, en sus 30s, maneja la compañía que fundó su abuelo en 1927.
Thomas Dobratz, el supervisor del taller de la fábrica, empezó a trabajar ahí hace un cuarto de siglo.
Ese tipo de largas relaciones
familiares entre las fábricas y quienes trabajan en ellas es común en el
mundo industrial alemán, dice Menzel.
Es muy común que la gente pase
toda su vida laboral en la misma firma, señala, lo que permite que tanto
las habilidades como la lealtad se desarrollen.
Y esa lealtad es mutua. Buenos
salarios -entre US$45.000 y US$70.000 al año promedio en una fábrica-
mantienen a los empleados de Menzel leales a su compañía. A su vez, las
calificaciones y experiencia de esos empleados mantienen a Menzel leal a
ellos.
Incluso si pudiera contratar trabajadores por menos dinero en otros países, le dice a la BBC, no está tentado a hacerlo.
Menzel está convencido que eso
pondría en riesgo la calidad de sus productos, y hay gran demanda por
calidad; eso es una de las razones por las que las exportaciones
representan un impresionante 50% del PIB alemán.
Hay que sacrificarse
La decisión de no subcontratar
su fuerza de trabajo es un rechazo firme a la seducción de la ganancia
financiera a corto plazo. Y esa manera de pensar ofrece otra pista sobre
los principios que le han servido bien tanto a la fábrica de Menzel
como a la economía alemana en general.
Menzel piensa que el hecho de
que su compañía es una empresa familiar -como muchas de las firmas
“mittelstand” (medianas) alemanas- significa que no está obligado a
complacer las demandas cortoplacistas de accionistas.
Le permite pensar en términos de décadas, no cuartos de año financiero, señala.
Sin embargo, no todo es un lecho de rosas para los trabajadores alemanes.
La caída del Muro de Berlín trajo alegría, pero también un gran desafío económico.
Tras la reunificación en 1990,
Alemania decidió que el tipo cambiario sería de un marco de la República
Democrática Alemana por uno de la República Federal de Alemania.
Políticamente, probablemente fue una solución diplomática.
No obstante, casi de un día al
otro, los empleados de las improductivas fábricas manejadas por el
Estado de Alemania Oriental se tornaron demasiado costosos de mantener.
Su productividad iba rezagada respecto a sus pares occidentales, las
plantas perdieron contratos y pronto cerraron.
Eso frenó el crecimiento hasta
que el canciller Gerhard Schroeder introdujo grandes cortes a los
salarios, beneficios y servicios sociales hace 10 años.
Con ello, surgió el empleado pobre, cuyo salario no es suficiente para pagar por el costo de la vida.
¿Pero olvidar?
Esto último también ayuda a
explicar la impaciencia alemana con otros países europeos; notoriamente
en este momento, Grecia. Muchos alemanes sienten que si ellos han tenido
que sacrificarse para alcanzar sus metas políticas, por qué otros no lo
hacen.
“Tuvimos que soportar el costo
de la reunificación, que ejerció mucha presión sobre nuestra economía, y
lo hicimos solos”, declara ante los micrófonos de la BBC Stefan
Schneider, economista en jefe del Deutsche Bank.
“Yo creo que eso podría explicar
por qué la paciencia de los alemanes es limitada cuando dicen que otros
países están arrastrando sus pies con la reforma”.
Pero otros dirían que los
alemanes tienen una memoria muy corta cuando se trata de perdonar
deudas. El “milagro” alemán de la posguerra quizás nunca habría sucedido
de no ser porque a Alemania le perdonaron la mitad de su deuda en 1953.
Uno de los que no lo olvidan es
Yannis Varofakis, el ministro de Finanzas de Grecia, quien recientemente
dijo: “Nadie entiende la posición griega tan bien como los alemanes”.
Está por verse cuán cierto es.