Jason Caffrey BBC/Tomado de BBC Mundo
El cocodrilo medía más de cuatro metros y pesaba unos 600 kilos, según el veterinario que lo examinó.
A Demeteriya Nabire la mató un
cocodrilo hace cuatro meses, cuando fue a por agua a un lago cercano a
su casa. Cuando el animal regresó al lugar, se encontró con el marido de
Nabire esperando, sediento de venganza.
Nabire estaba en la orilla del
lago, junto a un grupo de mujeres de su aldea. Estaban cogiendo agua del
lago Kyoga, en Uganda, cuando el cocodrilo la agarró.
Tiró de ella, la arrastró, y nunca más la vieron.
Su
esposo, Mubarak Batambuze, quedó devastado. Nabire estaba embarazada,
así que no sólo perdió a su esposa, sino también al bebé que iban a
tener.
Sintió impotencia, hasta que el mes pasado supo que el reptil había vuelto.
“Alguien me llamó y me dijo:
‘Mubarak, te tengo noticias. El cocodrilo que se llevó a tu mujer está
aquí. Lo estamos viendo ahora mismo'”, cuenta.
Así que el pescador de 50 años se dirigió al lago con algunos amigos.
Arma anticocodrilos
“Era un monstruo muy grande y
tratamos de enfrentarnos a él con piedras y palos. Pero no había nada
que pudiéramos hacer”, explica.
Ante eso, Batambuze fue a visitar al herrero local.
“Le expliqué que estaba luchando
con una bestia que había matado a mi esposa y a mi bebé que aún no
había nacido. Realmente quería vengarme, así que le pedí que me hiciera
una lanza”.
“El herrero me pidió US$5 y me hizo la lanza”, dice.
Armado con su nueva lanza, especialmente diseñada y con una púa a un lado, el viudo volvió al ataque.
Era una cantidad significativa de dinero, pero Batambuze estaba decidido a matar al animal que había truncado su futuro.
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“El cocodrilo se comió entera a
mi mujer. No volvimos a ver nada de ella; ninguna ropa, ninguna parte de
su cuerpo que pudiera identificar. No sabía qué hacer. Era el fin de mi
mundo. Estaba completamente perdido”.
Armado con su nueva lanza, especialmente diseñada y con una púa a un lado, el viudo volvió al ataque.
Cuando regresó al lago el cocodrilo seguía allí, pero los amigos de Batambuze se asustaron.
“Por favor, no ataques a esta
bestia”, le rogaron. “Es tan grande que te comerá. La lanza no es
suficiente; no acabará el trabajo”, recuerda.
Pero Batambuze insistió para que se quedaran.
“No pude matarlo la primera
vez”, les dijo. “No me preocupa morir tratando de matar a la bestia. Así
que voy a clavarle esta lanza y a asegurarme de que ha muerto”.
Un guardabosques de la Autoridad
de Vida Silvestre de Uganda, Oswald Tumanya, informó que el cocodrilo
medía más de cuatro metros y pesaba unos 600 kilos.
“Tenía mucho miedo, pero la lanza me ayudó a tener éxito”, reconoce Batambuze.
Le clavé la lanza en el costado y
mis amigos me ayudaron arrojándole piedras a la espalda. Después traté
de que abriera la boca como si fuera a atacarme”
Mubarak Batambuze, viudo
Ató una cuerda a un extremo del
arma, para que así, cuando la punta se incrustara en el animal, pudiera
tirar de ella. Al hacerlo, la púa rasgaría más y más su carne.
“Le clavé la lanza en el costado
y mis amigos me ayudaron arrojándole piedras a la espalda. Después
traté de que abriera la boca como si fuera a atacarme”, narra.
“Se puso violento y el miedo
aumentó. Pero yo estaba decidido y no temía morir. Lo quería muerto, así
que tras clavarle la lanza tiré de la cuerda. Y eso el trajo problemas
al cocodrilo”, continúa.
Entre ataques y retiradas, Batambuze y sus amigos necesitaron una hora para matar al animal.
Exhaustos, tomaron el camino de vuelta al pueblo.
Heroicidad vana
No era la primera vez que los
vecinos veían un cocodrilo de dimensiones considerables. Aún así, “la
gente estaba impresionada. Lo que realmente sorprendió a todos fue el
tamaño de la bestia. No era un cocodrilo ordinario. Era muy grande. Así
que la gente nos llamó héroes”, cuenta.
El cuerpo del cocodrilo lo
llevaron a la Universidad Makarere, en la capital, Kampala, para ser
examinado por el veterinario Wilfred Emneku.
Emneku explica que en el estómago le hallaron una tibia, que, aunque cree que es humana no puede asegurarlo.
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Por su parte, el experto en
cocodrilos de la Universidad Charles Darwin de Australia, Adam Britton,
dice que se sorprendería si en el estómago del animal encontraran algún
resto de Demeteriya Nabire.
No era la primera vez que los vecinos veían un cocodrilo de dimensiones considerables.
“En condiciones normales, sería
altamente improbable que quedaran huesos procedentes de una comida de
hace doce semanas en el estómago del animal”, comenta.
Así que, aunque Batambuze siga
teniendo estatus de celebridad en su pueblo, es poco probable que algún
día tenga una tumba en la que llorar.
“Soy un hombre deprimido que perdió a su esposa y el hijo que nunca nació”, reconoce el viudo, a quien de poco vale su fama.
“Pero los vecinos siguen
diciéndome: ‘Gracias por matar a la bestia. Es de allí de donde tomamos
agua y estamos seguros que se habría llevado a alguien más, así que
hiciste un gran trabajo'”.
“La gente me lo sigue agradeciendo. Soy un héroe local”, dice el hombre que se cobró su venganza.
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