HACE YA 17 AÑOS! Una historia real en el día de la Virgen de la Altagracia, artículo publicado en el 2009

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Llegué en mi vehículo un sábado
en la mañana de hace unos 10 años. Nos subimos hasta La Virgen, área en
donde se encuentra todavía una gran toma de agua del río que honra el
nombre del lugar de referencia, arropada por grandes y robustos arboles
milenarios en cuya vegetación se acaricia el viento que deja el
agradable clima del lugar.
Esparcidos detrás de las rocas y
sobre el terreno seco, se encuentran los venduteros que ofrecen sus
comidas y frutas al público visitante. Un sabroso pescado guisado con
coco unido a un morito que invita a degustar después del baño en el río
fue mi plato preferido.
Mientras los niños se bañaban
fui al auto a escuchar un poco de música. El vehículo se encontraba
estacionado en una pendiente, tal como se acostumbra a dejarlos en el
sitio de parqueo. Al abrir la puerta del móvil, sin quererlo lo puse en
neutra y comenzó el descenso vertiginoso de reversa. Sin saber lo que
hacía me agarré del guía con las piernas fuera del auto, que a gran
velocidad dio un viraje en forma de una “U” atravesando la carretera y
metiéndose de frente en los arbustos.
El automóvil no sufrió ni un
rasguño. Al rodar y atravesar la carretera tuve la suerte de que en ese
momento no apareciera ni un sólo vehículo, dado que en la misma hay un
nutrido tránsito de autos los fines de semanas. Al otro lado de la vía
hay un gran abismo de varios pies de profundidad, cubierto de grandes
rocas y muchos árboles.
Si el vehículo no hubiera
doblado en U y hubiese seguido en línea recta, probablemente terminaría
en el abismo, partiéndose el mismo en varios pedazos y explotando con el
impacto. Hoy no estuviera contando esta historia.
Los lugareños y visitantes que
allí estaban salieron despavoridos a ver si me había sucedido algo y
todos aclamaban “que gran chofer es ese muchacho”. Realmente yo nunca
supe lo que hice, tampoco me imagino cómo el carro dobló en U y fue a
parar a los arbustos sin que se hiciera un rasguño y yo no saliera
lesionado.
Volví a entrar al auto y puse la
mano al crucifijo que tendía sobre el vidrio retrovisor interior del
auto. Lo llevé a mi boca, lo besé y le di las gracias y las bendiciones.
Es un crucifijo de la Virgen de
la Altagracia que mi devota madre una vez me dio y me dijo: “hijo mío,
ponlo en tu vehículo, que con él nada te pasará mientras lo tengas.
En este sagrado día me inclino
como fiel creyente a nuestra madre espiritual, que une en la fe a todos
los dominicanos. Ese suceso jamás lo olvidaré.
Autor: Mayobanex De Jesús Laurens